¿Qué ocurriría si las empresas tuviesen el balance de los bancos?

¿Qué ocurriría si las empresas tuviesen el balance de los bancos?
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Las entidades financieras y bancarias no son empresas al uso. Su peculiar actividad de intermediación financiera, poniendo en contacto los agentes con superávit de ahorro con aquellos que necesitan financiación, les hace ser unas entidades indispensables para el correcto funcionamiento de la actividad economía.

Por este motivo, y aunque en términos contables la estructura de las masas patrimoniales sea la misma que en cualquier otra empresa (el activo, pasivo y los fondos propios), en realidad su estructura financiera poco tiene que ver con el de cualquier otra organización empresarial, sea más grande o más pequeña, en especial en lo que a su liquidez y solvencia se refiere.

Y es que, si echamos un vistazo rápido al balance de cualquier banco comercial, pronto nos daremos cuenta de algo completamente incomprensible para el director financiero de cualquier empresa que quiera continuar su actividad: la tendencia estructural y sistemática de obtener financiación a corto plazo (mediante, por ejemplo, la captación de depósitos a la vista o a plazo inferior a dos años) y su posterior inversión a largo plazo (por ejemplo, en la concesión de hipotecas a 50 años). Es el llamado, por algunos autores como el economista Juan Ramón Rallo, descalce de plazos.

Esta situación les permite mantener posiciones ilíquidas en su balance y con mucha probabilidad, también de insolvencia, ya que tienen la posibilidad de liquidar el activo fijo con un descuento lo suficientemente grande como para que no pudiera ser cubierto por sus fondos propios. Es decir, los bancos operan con un fondo de maniobra estructuralmente negativo. Gráficamente, el balance de un banco tiende a ser el siguiente:

fondo_maniobra_negativo

Pero ¿Por qué los bancos tienen la posibilidad de mantener estos balances? Sus especiales características como sociedades anónimas, además de su papel esencial en la economía y, por extensión, a la sociedad en general, exige que sea necesario una regulación bien diferenciada del resto de sociedades, materializada en última instancia en la existencia de un Banco Central que, al margen de realizar las típicas labores de supervisión financiera, facilitan financiación adicionales en el momento que los bancos así lo requieran. Por este motivo, los bancos tienen la posibilidad de obtener la liquidez necesaria como para que esa situación de iliquidez no acabe desembocando en una eventual situación de incapacidad de pago de deudas a corto plazo.

Este especial privilegio genera una posición de iliquidez permanente, algo que de darse en cualquier otra entidad, en especial en las pymes y más teniendo en cuenta las dificultades de acceso al crédito, abocaría sin remedio a toda empresa a la quiebra inminente puesto que, en este caso, no existe ningún tipo de prestamista de última instancia que facilite la refinanciación de las deudas a corto plazo.

En definitiva, una magnitud tan importante como el fondo de maniobra debe ser gestionada de manera correcta en todas las empresas. Lo lógico y normal es que parte del activo circulante sea financiado con fondos permanentes, precisamente para tener cierto margen de maniobra con el pago de las deudas a corto plazo. A no ser, claro está, que exista una entidad que financiase sistemáticamente estas deudas, privilegio reservado, por el momento, exclusivamente a las entidades financieras.

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